Mamá, tu deseo finalmente se te cumplió–estar con Dios y con tu mamita. Te me fuiste y tu partida ha dejado un profundo dolor en mí, mas al mismo tiempo me consuela saber que tú ya estás bien y que me vas a cuidar desde el cielo. Lo sé porque tú lo prometiste. Tenerte como mi mami fue lo más grande y hermoso que Dios me pudo dar. Eras una mujer que no expresaba su amor con palabras pero los hechos no dejaban ninguna duda que lo más importante y valioso para ti eran tus hijos. Que vivías y luchabas por ellos. Tu vida no fue fácil, todo lo contrario fue muy dura y difícil. Trabajaste incansablemente para sacarnos adelante y para que no nos faltara nada. Recuerdo que una vez te pregunté si alguna vez te habías arrepentido de haberte venido a los Estados Unidos y me respondiste que no porque tus hijos eran personas de bien, puesto que no eran drogadictos, alcohólicos, ni tenían problemas con la ley; que eran universitarios, y que tenían buena situación económica. Tu ejemplo fue lo que nos guió y todo te lo debemos a TI, mamá. Eras una mujer que a pesar de lo frágil que aparentemente te veías, eras lo opuesto–decidida, fuerte de carácter, trabajadora, "luchona?, íntegra, honesta, que no se dejaba vencer por ningún obstáculo, que nunca te quejaste y que siempre defendiste a tus hijos (hasta a escobazos). Tus enseñanzas, tu ejemplo, y esa dedicación inquebrantable hacia nosotros es el legado que nos dejaste–que me dejaste. Tú me dabas las gracias todos las noches por cuidarte, soy yo la que te doy las gracias por haber sido mi mamá. Mami, te quiero mucho y siempre te llevaré en mi corazón. Tu hija. (ELVIA SAUCEDO)